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En realidad, ahora Cristo ha recibido un ministerio tanto más excelso cuanto mayor es la alianza de la que es mediador y cuanto de más valor son las promesas en que está cimentada. No habría habido, en efecto, lugar para una segunda alianza, de haber sido perfecta la primera. De hecho, Dios recrimina así a los destinatarios de la primera:

He aquí que llega el tiempo —dice el Señor—
en que yo sellaré una alianza nueva
con el pueblo de Israel y el de Judá.

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